Otra de las grandes pérdidas del hotel ha sido, sin lugar a dudas, su cubierta de pizarra. Irresponsablemente reemplazada por una de chapa trapezoidal color, no sólo se barrió con las pizarras, celosamente conservadas en su frente, sino también con
su estructura de soporte. Pero no sólo desapareció su cubierta sino también lo
hicieron sus lucarnas.
Si bien eran puramente decorativas, hacían a la imagen del edificio.
No eran las originales, colocadas en 1891, que las viejas fotografías nos
muestran con distinta morfología de las que siempre hemos conocido y que quizás
fueran reemplazadas en la década del 30’
cuando el hotel fue intervenido para adecuarlo a usos más modernos.
En palabras de los responsables que continuaron con las obras luego de la defección del grupo inversor, las mismas “se harán nuevas pero sólo a modo decorativo”.
A casi tres años de su
desaparición no hay rastros de las lucarnas al igual que ocurre con tantos otros elementos de valor perdidos en
estos últimos años. La mención acerca de su nueva hechura nos permitiría presagiar
su destrucción, que con la excusa del mal estado cobrará también como víctimas a
molduras, modillones, pizarras, el portón principal y demás elementos patrimoniales del hotel. El
reemplazo de estos por piezas nuevas no sólo ha sido un disparate sino también
un papelón donde faltantes, cambios de
diseño, orientación y demás han desvirtuado por completo la fachada principal
del edificio.¿Serán las lucarnas un despropósito más?
Esperemos finalmente que las
lucarnas puedan volver a ocupar el lugar
que les corresponde.De no ser así, el hotel y Mar del Sud
sumarán una nueva pérdida a su valioso patrimonio que no se supo, pudo,
ni quiso conservar.
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